Nos pasamos la vida cargados de trabajo y obligaciones a la espera de resultados futuros... pero nos equivocamos, nuestro aguante es limitado. Acabamos estresados, aborrecidos y deprimidos siempre pensando que no tenemos tiempo para nada... pero la realidad es que no "sacamos tiempo" para aquello que de verdad amamos hacer.
La vida es eso... un poco de trabajo, un poco de ejercicio, un poco de amigos, un poco de familia, un poco de pareja, un poco de ocio, un poco de estudio, un poco de lectura, un poco de descanso, un poco de... etc. No hay que pasar el día haciendo una o dos cosas solamente, sino un poco de lo "que se pueda", cuando se pueda y como se pueda...
En pocas palabras, una vida equilibrada, lejos del perfeccionismo y del hedonismo, un equilibrio que nos permita vivir un poco de todo cada día.
Viajando aprendí que solo los momentos, son tiempos sin tiempo y que los lugares que podemos llegar a amar están conectados solo a nuestra verdadera esencia. Observaba esos espacios y no podía sentir más que gratitud por la belleza que desprendían los tonos de los paisajes que en ellos yacían, era una belleza tan poderosa que fotografiarla hubiera sido un acto de egoísmo, porque en ese movimiento, le hubiera robado toda su luz...
Así, no quise conformarme con una imagen delimitada de la belleza, sino con un recuerdo que diluido en los días iría perdiendo nitidez y solo podría recuperarla visitando de nuevo esos lugares, en otros tiempos sin tiempo, en otras eternidades continuas.
Nada puede ser perfecto, pero por contra, en ese momento efímero y solo en ese momento, podría haber sido feliz.
"Vivo una vida de la que no necesito vacaciones..."
Como dice una personita muy importante que yo conozco: "vivamos en el sintiempo"... y es que ese el problema, las prisas... pero, ¿cómo podemos vivir sin prisa, sin necesitar vacaciones? Esa y solo esa, es la cuestión...
Vivimos nuestras vidas siempre pensando que "cuando consigamos aquello o lo otro" podremos ser felices... vivimos aguantando y sufriendo para luego tener un trozo de vida y de pastel que al final resulta efímero. Esperamos las vacaciones para ser felices, esperamos el fin de semana para descansar, y de lunes a viernes soportamos todo los que no echen hasta estar rendidos y esa no es la solución... no se compensan seis meses de excesos en dos semanas.
Así que la solución es sencilla, haz entre semana lo que harías el fin de semana, esa barbacoa con los amigos después del trabajo, esas cañas hasta que anochezca, esos momentos para disfrutar de lo que sea ama y más importante aún... no preocuparse por el tiempo y por las obligaciones, pueden cumplirse cuatro días, pero el quinto elegiremos ser felices haciendo los que nos plazca... ya decía Sócrates que los ratos de ocio siempre son las mejores adquisiciones que podemos hacer.
No esperes a la vacaciones para viajar, un fin de semana largo puede convertirse en una aventura sin planificar... carretera, manta y desconexión, no hay otro secreto más que el de descubrirle nuevas sensaciones a nuestro cerebro y eso cuando más se consigue, es desapareciendo en otros contextos y lugares...
Una vez hecho esto, llegan las vacaciones y te das cuenta que no las necesitabas... pero eso no significa no hacerlas, sino no dedicarlas a uno/a mismo/a o a viajes más largos... pero sobretodo enfocarlas a la introspección, al conocimiento interior, a viajar en soledad, donde por esa misma tesitura el trabajo y el crecimiento personal convergen en resultados exponenciales y sorprendentes. Porque al final, todos los viajes acaban en un mismo lugar, en casa, en uno/a mismo/a.
Solo hay una vida, no la malgastes sin hacer aquello que verdaderamente te apasiona, sino puede ser en lo laboral, que sea en lo personal... pero que sea. Y cuando vuelvas de esos momentos de ocio... no seas la misma persona que se fue.