El poder y la autoridad de una persona dominante
no se mide en los demás, sino en si misma.
(D.)
Dominación y sumisión son dos roles aplicables tanto a lo sexual como a lo social, son meras máscaras caracteriales que marcan una danza o juego entre los individuos que la practican. Estos dos roles, aunque muy complementarios, son las dos caras de una misma moneda y los miembros que los practican, a menudo los intercambian para beneficiarse del placer que producen sus rasgos.
Históricamente hemos vivido ciertas épocas donde la mujer dependía económicamente del hombre para sobrevivir, absorbía esa creencia y la transmitía, por contra el hombre ofrecía una estabilidad económica pero no sabía cuidar de si mismo, como si de un niño que pasaba de la madre a la esposa se tratara. Por todo esto a los varones les cuesta relacionarse en un plano de
igualdad, y por esto las parejas también están en crisis. El modelo de
relación basado en la dominación y la sumisión ya no funciona,
las mujeres pueden ganarse la vida y no necesitan un hombre para sobrevivir. La
liberación de las mujeres ha logrado que no se relacionen ya desde la
necesidad de tener un hombre que las cuide, sino desde la libertad.
El ser dominante puede caracterizarse por su escisión con las emociones, vive de cabeza para arriba y determina las emociones como una debilidad, no sonríe, pues la alegría no debe ser expresada, no muestra ira porque implicaría demostrar una perdida de control y jamás asumirá su miedo que es la máxima expresión de la vulnerabilidad.
En cambio, podrá ofrecer un nivel de control altísimo y absorber o asumir la responsabilidad de otros, por ello el ser sumiso se rendirá a él de forma voluntaria, habiendo una traspaso de responsabilidad que lo libere, alimentando el ego del dominante, que a su vez sentirá cierta grandeza... la que no es capaz de demostrarse a sí mismo y necesita extraer de los actos de los demás.
La persona dominante, se sentirá atraída por personas vulnerables y tímidas, dado que implicarán una sumisión más fácil y rápida, en cambio para la persona sumisa el carácter controlador del dominante implica una cura a su vulnerabilidad, a su miedo, porque al desprenderse de ella siente libertad como parche a su dolor, un dolor que surge por una mala gestión de la responsabilidad. Entre los dos cierran un círculo perfecto de relación y mientras exista ese circulo se hacen cargo el uno del otro de sus carencias, pero cuando se rompe ese círculo, llega el problema y deben caminar de nuevo sin muletas... y es cuando pueden tropezar con sus carencias emotivo-afectivas, vislumbrando la necesidad del otro.
En general, podemos ver juegos de dominación/sumisión a diario, en lo que yo llamo "la falsa dominante". Así, en muchas mujeres se puede ver un carácter dominante muy marcado exclusivamente en el hecho verbal y físico, ocultan la vulnerabilidad tras su máscara o rol para dar una leve sensación de dominación, tantean el terreno, expresándose de forma contundente frente aquellos hombres que creen dominantes, sabiendo instintiva e inconscientemente que si los agreden de forma verbal o física, ellos responderán sometiéndolas y así descubriéndose. Este caso también se da en hombres sumisos, son aquellos que llaman constantemente la atención de las mujeres que ellos creen dominantes, no se relacionan con ellas de igual a igual, sino a través de la burla o el humor, el objetivo es llevarlas a su terreno y así someterse a ellas sin mostrar su vulnerabilidad en publico, estos casos son muy típicos de la adolescencia y de la juventud. En este caso las feromonas cumplen una función esencial.
Dominación y sumisión, son caracteres lícitos, pero no por ello trabajables y mejorables, no negaremos que estos juegos como dinámica sexual pueden ser divertidos porque existe una clara pulsión instintiva y un aprendizajes a nivel de creencia social muy profundo que lo impulsa y por ello son justificables normalmente. Las relaciones de dominación y sumisión ya no solo son la mascara de un rol sino una pulsión o juego sexual, aunque como forma
de vida continuada puede ser peligroso e insano.
Al enamorarnos, mostramos emociones y con ella una vulnerabilidad real,
podremos ser heridos y si tenemos miedo al dolor, evitaremos
mostrarlo... pero es ahí, asumiendo ese riesgo donde el dominante empieza a curarse, en cambio para la sumisa es trabajar justo lo opuesto, el control y la autosuficiencia.
El trabajo para las personas sumisas y el dominantes, es llegar a un punto de equilibrio donde se puedan relacionar con los demás de forma democrática a nivel social. Si no se hace este trabajo pueden aparecer problemas personales importantes llegados a la madurez, dado que en el momento que un individuo debe caminar solo y sin depender de nadie, no podrá hacerlo, el dominante no gestionado no podrá cuidar de si mismo y la sumisa no gestionada vivirá el dolor de las relaciones no deseadas, cayendo ambos en una espiral de dependencia emocional continuada.
El verdadero ser dominante, debe ser capaz de poner esa energía de control, para gestionar y dejar fluir sus impulsos de una manera sana y situacional, dominar su ego y ponerlo a su favor frente a la vida. El ser sumiso debe trabajar su miedo y responsabilizarse de si mismo, de su protección y de su vida.. En los dos caso podemos ver una inseguridad enorme que se transforma en un carencia a la hora de vivir, cosa que a podido ser provocada por la ausencia de uno de los dos miembros paternos, en especial el padre. Es el padre el que saca al niño/niña al mundo, no tenerlo o tenerlo de forma muy ausente como pasa en los actuales divorcios y en la antigua sociedad capitalista donde el padre trabaja muchas horas y la madre cuidaba de los hijo, crea una carencia emocional y educativa, los mismos actúan de dos modos, o se convencen que no necesitan el afecto y la seguridad del padre para sobrevivir y se vuelven autoexigentes, controladores y dominantes, o por contra se rinden a su vulnerabilidad y crean relaciones de dependencia con cualquier miembro de la sociedad para superar su vulnerabilidad, convirtiéndose en seres sumisos.
En conclusión, todo llevado al extremo puede ser una carencia, por naturaleza los seres humanos somos lo que somos, pero esas carencias, esas muletas, nuestros agujeros emocionales pueden ser resueltos para vivir una vida mucho más equilibrada y autosuficiente, sin necesidad de buscar en los otros lo que podemos darnos nosotros mismos.
Cabe destacar que sumisión y dominación no entienden de genero y tanto mujer u hombre pueden conjugar cualquiera de los dos roles o mascaras, aunque hay muchas cosas que cambiar en ambos géneros tal como el hombre debe vivir con su vulnerabilidad, la mujer debe romper las cadenas del "condicionamiento", como indica muy acertadamente Emila Pardo Bazán en la siguiente afirmación:
“La educación de la mujer no puede llamarse tal educación, sino doma,
pues se propone por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión”
Emilia Pardo Bazán
Emilia Pardo Bazán
Como última reflexión os plantearé una cuestión muy importante: ¿Creéis correcto o natural tener la necesidad de maltratar físicamente o dejarse maltratar por otro ser humano y sentir placer por ello?
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