No, no somos hijos de sonidos imposibles, técnicos, artificiales y sobretodo sintéticos. Gozamos de las cajas de ritmos llenas de sonidos tribales, bombos, y platillos distorsionados como jamás imaginamos.
Aún así, lo disfrutamos, son sonidos agonistas a nuestros receptores del placer, melodías como cantos de pájaros, bajos como truenos, como golpes estridentes en un yunque...
Todo tiene un sentido, como la correlación lógica de sentidos que iguala a la de movimientos repetitivos de una azada en la manos de un ser humano.
Somos, al final, lo que somos... producto de nuestra existencia.
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