Para llegar a una vana pompa y a un poder prohibido,
se había
ennegrecido con mil crímenes,
se ve presa de remordimientos y víctima de
un dolor
sin fin y sin límites.
(William Beckford)
Cuando hablamos del dolor que sentimos en algunas situaciones, difícilmente podemos trascender la idea de aquello que nos lo provocó. Siempre se buscas un "porqué", un motivo que justifique ese dolor que tanto sufrimiento provoca.
Hay una gran diferencia entre ser una víctima real, y quedarse pinzado en el victimismo, dado que el uno mal gestionado se convierte en el otro. La víctima es aquella persona que ha sufrido un daño quizá injustificado o colateral y que sufre por el mismo con un dolor justificado y una tristeza lícita que le ayude a gestionar aquello que ha perdido, sea dignidad, libertad o cualquier otra cosa valorable por el ser humano. Pongamos un ejemplo para ello y veamos como a veces las víctimas lo son incluso generaciones despúes:
- Si entendemos que nuestros bisabuelos y abuelos vivieron una guerra civil en la que sufrieron y fueron victimas de situaciones durísimas de muerte y hambre, entonces podemos entender que entraran en un modo de supervivencia para el resto de sus vidas basado en la escasez, claramente eso afectó a la educación de nuestros padres, que a su vez vivieron una dictadura represiva donde la represión de la libertad y el miedo eran norma siendo víctimas de su educación influenciada por una guerra y de su vida influenciada por una dictadura... a su vez, nuestros padres nos transmitieron una educación, en muchos casos patriarcal, controladora y basada en el miedo al miedo, dada sus propias experiencias y por contra nuestra generación esta adaptada a un mundo que ya no existe, una democracia mercantilista que rompe con muchas de las normas naturales del ser humano...
Como podemos ver, somos "víctimas reales" e indirectas de una guerra, una dictadura y más tarde de un sistema económico que nos trata como mercancía y debemos, desde luego, aprender a gestionarlo. En ese caso tenemos dos opciones, aceptar la realidad (que no implica que nos deba gustar) y intentar adaptarnos mejorando el ambiente y a nosotros mismos para romper el círculo de "educación neurótica" y que permita a nuestros hijos e hijas, ser ellos mismos sin una influencia del pasado que ya nada tiene que ver con su realidad.
Por otro lado, podemos no aceptar la realidad como tal y el daño producido como algo que no nos impulse a crecer... lo que hará que pongamos la queja en que son otros/as los responsables de nuestro dolor, cosa que nos nos permitirá resolverlo. En ese punto nos quedaremos pinzados en un estado continuado de dolor, rencor e injusticia que nos llevará al deseo de venganza continuado... entraremos en un estado victimista.
El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional... esa es la perspectiva contraria del victimismo, cuando aquello que produce el daño desaparece, debemos entender que es tiempo de lamer las heridos, pero hay quien no lo hace. El victimismo tiene una función biológica clara, la de hacer ver como agresor aquello que nos produce el daño y a su vez manipular al grupo para que por empatía se vuelquen en el individuo victimizado y lo protejan, un método sublime de supervivencia social. Aún así, hay que entender que el victimismo, como patología destroza a su huésped y lo lleva a un estado paranoide, donde la realidad se deforma. A eso lo llamamos sufrimiento sostenido.
Este es un caso fácil que podemos encontrar en trastornos depresivos agudos, la depresión no es otra cosa que odio reprimido y no expresado hacia aquel factor que provoca el daño, la culpa por no haber frenado el daño antes o haber provocado a otros y no poder resolverlos a su vez... la tristeza, una profunda tristeza producto de la impotencia de acto de la que no se puede escapar más que aceptando la realidad y asumiendo la responsabilidad de la misma para resolverla.
Cuando existe un estado depresivo, la función de la tristeza es conectar a la persona con si misma para que pueda resolver el conflicto interno, si eso no sucede, la tristeza se alarga y la persona comprende en su impotencia que dependerá de los demás para sobrellevar su sufrimiento, en ese momento caera en el victimismo y que junto con su manipulación influirá en la empatía de las personas para que la rescaten de su dolor y así sobrevivir en un entorno, que la misma creerá hostil por su experiencia previa.
Como podemos ver la victima lo es temporalmente y el/la victimista se queda enganchado/a a su dolor que sin lugar a dudas es su condena. La solución no es sencilla, pero con trabajo y asumiendo la realidad, se puede salir de esta espiral de dolor, lamento y queja, que hoy padecen tantos hombres y mujeres en nuestra sociedad, pero ese será otro tema que tratar en el futuro.
P.D.- Escribo sobre un caso específico y común, pero que no debe ser algo absoluto. Calce a quien le calce y a quién no, escucharemos su versión.
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