viernes, 25 de enero de 2013

Forjar tus propias armas determina tu propio temple.

Un hombre de verdad, ni que fuera por una sola vez en su propia vida debería saber forjar una espada, no para el ataque sino para la defensa de su propia vida y la de los suyos.

Un hombre, ante todo, debe ser autosuficiente y poder defender lo que es suyo, una perspectiva que la sociedad moderna ha perdido.

Acero, nada más.

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