A todos los
hombres humillados
por sus mujeres y discriminados por la sociedad.
La mujer
maltratadora
El tabú silenciado
Todos conocemos el grave problema del
maltrato físico o emocional que muchos hombres infligen a sus mujeres. Pero hay también otra
plaga, no menos extendida, que es la
violencia emocional o física de muchas mujeres contra sus parejas masculinas. Como ya existe
abundantísima información
sobre el primer asunto, examinaremos aquí con cierto detalle el segundo -un
drama tabú-, a fin de obtener una visión más completa de la terrible violencia doméstica
.
Ante todo, cabe entender toda violencia familiar como un síntoma neurótico
surgido de profundos conflictos emocionales de sus miembros, y a menudo
de severas patologías de la personalidad.
En el caso de las mujeres, además, es un hecho que muchas de ellas no se
emparejaron desde un principio a partir de un genuino amor a su pareja -y ni siquiera
al varón en general o con unas mínimas aptitudes para la empatía y la convivencia-,
sino desde apremiantes necesidades prácticas o neuróticas (p.ej., huir de
la familia, vacíos emocionales, embarazo no deseado, deseo de tener
hijos, interés económico, imitación social, etc.)
. Así, tras las primeras semanas de romance y en cuanto la
mujer asume su nuevo estatus de casada (o incluso desde mucho antes), muchas de ellas
comenzarán a descargar sus amarguras inconscientes contra su
chivo expiatorio más cercano: sus maridos. (Y, por supuesto, también contra sus hijos
u otras personas e incluso contra sí mismas. Pero éste es
un tema que no abordaremos aquí). Comenzará,
entonces, la pesadilla secreta de los
hombres maltratados.
La conducta de estas mujeres es siempre la misma: culpan de forma
exclusiva, continua y desproporcionada
a sus parejas masculinas de los problemas inherentes a toda
convivencia, presentándose
ellas mismas como las víctimas ajenas e inocentes de todo. No hay
diálogo, no hay autocrítica, no hay afecto, no hay disculpas; la
percepción de la mujer es siempre inequívoca y furiosa:
"¡es por tu culpa, eres un egoísta, eres un inútil, eres un idiota,
eres un
desagradecido, eres un hp...!
Y desfoga
inagotablemente contra
él toda su rabia y su desprecio.
Si el hombre se muestra cariñoso,
se burla de él ("eres un pesado, eres un crío, siempre estás con el sexo, sólo piensas en
ti"). Si se defiende, entonces lo amenaza ("a mí no me hables así, tú qué te has
creído, te denunciaré"). Si se repliega sobre sí mismo para protegerse,
se queja ("no me haces caso, me tienes abandonada, nunca me has querido").
Y si el hombre,
demasiado inmaduro y dependiente de la figura femenina (a causa de sus
carencias maternales y sexuales), se rinde definitivamente y se somete
mansamente a
su mujer, entonces ella aún lo detesta más ("eres débil, eres patético, un calzonazos, me das asco").
Etcétera. De modo que, haga él lo que haga, ella siempre
encontrará la manera de deformar la realidad para justificar su compulsiva
necesidad de agredirlo y humillarlo.
En los casos moderados, estas mujeres son simplemente mandonas, exigentes,
desdeñosas y manipuladoras con sus parejas. Cuando, en cambio, su narcisismo
es ya patológico (p.ej., sufren verdaderos trastornos de
personalidad), su violencia emocional será terrible, y
también puede ser fácilmente física (bofetadas, arañazos, patadas, golpes con objetos, amenaza
con objetos punzantes o armas, etc., e incluso homicidio). Pero, muy
significativamente y a pesar de tanto dolor y odio, no suelen hacer
nada
para separarse de sus maridos, ni tampoco están dispuestas a
renunciar a los
bienes -dinero, lujos, prestigio social, amistades- que su "enemigo"
pueda
proporcionarle. Más aún, algunas de estas mujeres, aun pudiendo
trabajar, no quieren hacerlo. O, si trabajan, guardan su dinero para
sí
mismas negándose a veces a compartir los gastos domésticos, con la
excusa de
que su pareja debe mantenerlas en "justa compensación por lo mucho
que sufren por su
culpa". Este tipo de actitudes demuestra claramente la
psicodinámica narcisista y explotadora en todos los sentidos (emocional,
económico, a veces incluso sexual) de estas mujeres
. Obviamente, cuanto más dinero gana el
hombre, más feroz puede ser esta explotación.
Ante semejante situación, muchos hombres buscarán consciente o
inconscientemente el amor y el sexo en otra parte, es decir, tenderán a ser
infieles. Cuando son finalmente descubiertos (lo que suele ocurrir, a
menudo porque
ellos mismos buscan inconscientemente el castigo que creen merecer), la
brutalidad más absoluta caerá sobre ellos. La esposa engañada, dolida,
resentida, fuera de sí, gritará:
"¡ya lo sabía yo, eres un canalla, todos los hombres sois iguales, ¿quién
es esa p...?, ¡ella se va a enterar!", etc.. Y escenificará todo tipo de
escándalos privados y públicos, manipulará y se entrometerá en las vidas
de terceros, etc. La exageración de su respuesta dependerá también de su
educación y de su entorno familiar y sociocultural.
¿Son los celos o el dolor ante la posible pérdida del amor de su
pareja lo que motiva
estos estallidos, como ellas piensan? En absoluto. El tormento de estas mujeres
es la humillación insoportable de su inmenso orgullo herido, y la no menor
frustración de haber perdido el
control sobre la vida y la conducta
del hombre, y que otra mujer pueda asumir este dominio. Porque, si la mujer violenta
necesita sentirse omnipotente, ¿cómo podría sobrevivir emocionalmente
sin una víctima a la que aferrarse? Hay, pues, un fondo de
terror y
envidia
en la furia de la engañada. Y, llegada a este punto, suele reaccionar de dos
maneras básicas: o bien aumentará su odio contra la pareja durante meses
(o años, por mucho que éste se haya arrepentido sinceramente mil veces). O bien exigirá el divorcio
inmediatamente. Ambas reacciones demuestran su desvinculación afectiva
básica respecto al hombre, es decir, su nulo interés inconsciente por
conservar un "amor" que, en rigor, nunca existió. Los procesos legales de separación
tenderán a ser extremadamente conflictivos y, debido a los prejuicios sociales
y las leyes ideologizadas, a menudo cruelmente abusivos contra el varón.
Muchos hombres, naturalmente, no soportarán
este infierno
.
Algunos buscarán alivio en el alcohol, las drogas, la prostitución,
el
trabajo o los amigos -dando así más pábulo a su mujer-, o
desarrollarán
trastornos psicológicos severos (depresión, violencia, problemas
laborales, disfunciones sexuales, etc.)... sin atinar, desde luego, a
divorciarse. Pese a
sus tormentos y a menudo desde graves inmadureces afectivas o
problemas de
personalidad, son infantilmente dependientes de su verduga, a la
que sienten inconscientemente como una madre justiciera que, en
realidad,
"suele tener razón y les da su merecido"
.
Son hombres débiles, inseguros, inhibidos, sin autoestima (aunque
puedan tener un gran brillo en lo social, profesional, etc.), y sufren en secreto
sintiéndose habitualmente confundidos, culpabilizados, anulados
por la esposa. Les cuesta mucho discernir qué sienten, qué piensan, qué desean hacer
ellos
mismos con su matrimonio y con su vida, con independencia de la
voluntad de la mujer, que tienen interiorizada de forma obsesiva.
De momento, no les cabe esperar mucha comprensión por parte de la sociedad,
que contempla su problema con incredulidad, ironía o indiferencia. Después
de todo, ¿no es muy habitual la relación entre una mujer "de carácter" y un
hombre "obediente"? ¿No se dijo siempre que ellas son "princesas" y "madres"
y que siempre mandaron "en casa", mientras ellos "trabajan y pagan"? ¿Y no
pensamos también que ellas son sensibles y amorosas por naturaleza, mientras
que ellos son brutos, egoístas y educados para no llorar? ¿Por qué quejarse,
entonces? Mientras "la sangre no llegue al río".... Por eso, social y
oficialmente, el sufrimiento masculino a manos de su mujer "no existe".
Pero el tabú de la mujer maltratadora no sólo es perjudicial para
los hombres,
sino también, obviamente, para ellas mismas. Para las relaciones
entre los sexos. Para el amor y la creación
de familias. Para la crianza y la felicidad de los hijos. Para la
paz y la justicia social. Etcétera. Este tabú impide
a mujeres y hombres concienciar y resolver las
bases neuróticas de su sadomasoquismo compartido. Las mujeres
violentas, como los hombres
violentos, no lo son por maldad o por gusto, sino por tremendos
déficits
emocionales infantiles. A causa de ello son niñas vacías,
inestables,
rabiosas, desesperadas. Por eso necesitan un "huésped" al que
aferrarse y violentar. Desgraciadamente, muchísimas de ellas -dada la
aquiescencia social- jamás advertirán su problema. Sólo sus
víctimas, a
veces, llegarán a pedir ayuda terapéutica y/o legal.
Dejo, en fin, estas reflexiones con la
esperanza de que ayuden a arrojar un poco de luz sobre un
problema muy extendido y, por negado, doblemente dramático.
©
JOSÉ LUIS CANO GIL
Psicoterapeuta y Escritor
Marzo, 2008
Revisión: Febrero, 2014
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