miércoles, 28 de mayo de 2014

Realidad ordoviscente.

 Un bonito análisis de mi amiga Carme sobre la violencia de género, https://www.facebook.com/Themadamebutterfly


Según este estudio británico, el 40% de la violencia doméstica en Gran Bretaña, la sufren los hombres. Ahí queda "el dato".
Iba a escribir una reflexión sobre el maltrato. Concretamente, sobre el maltrato de una mujer a un hombre. También existe. Pero se habla menos. Esa invisibilización, bajo mi punto de vista, se debe al propio patriarcado. Incluso al feminismo patriarcal (sí, ese que busca equiparar a la mujer al hombre, cosificado cómo entre productivo, cómo una pieza más en el engranaje del capitalismo) Porqué, el patriarcado no es exactamente (o únicamente) el dominio del género masculino sobre el femenino. El patriarcado consiste en la hegemonía de las características asociadas a un género (el masculino, claro. Si fuera del femenino, sería un matriarcado) sobre las personas. No únicamente las mujeres. También los hombres que no se ajustan a los patrones heteronormativos (esto es lo que yo critico tanto del heteropatriarcado. Esa usurpación que nos hacen desde que somos pequeñas "imponiéndonos" una condición sexual. Las niñas de rosa. Los niños de azul. Y demás cositas "inofensivas") y androcéntricos (esto es que todo gira y se define desde el enfoque del hombre cómo pieza clave de la que todo parte. ¿Un ejemplo? La Declaración de los derechos del Hombre que se firmó tras la Revolución Francesa.
¿Por qué no me convence el feminismo de la igualdad? Porqué nuestra sociedad está organizada alrededor del poder económico y del patriarcado. Y los discursos que derivan desde el paradigma socioeconómico capitalista, son los que explican el menosprecio del trabajo de la mujer.
"La idea patriarcal de empoderamiento de la mujer es competir con el hombre desde parámetros netamente masculinos, pues en esta organización social, el principio femenino ha sido totalmente relegado. Las mujeres se ven obligadas a cambiar un estereotipo por otro, en aras de un trato equitativo. Esta sociedad parece ignorar que toda mujer es capaz de empoderarse a partir de sus propias experiencias y contextos.
Hace cuatro o cinco mil años, en la cultura de la Europa neolítica, la naturaleza era reconocida como una Madre generadora de vida. Según estudios antropológicos, la base de esta primera sociedad no era la pareja heterosexual, sino la relación madre-hijo, que con la ayuda de las abuelas y demás parientes femeninos colaboraban en las tareas de la crianza. El dar y conservar la vida era una actividad recurrente, recursiva y fundamental. La fraternidad, la paz, la armonía y el bienestar provenían de la madre. Las relaciones humanas estaban organizadas en función del bienestar. Era una sociedad matrifocal.
En todas las culturas conocidas existe una división de trabajo por sexos. Esta separación no implica que las tareas de un grupo sean más o menos importantes que las del otro, es sólo una estrategia para obtener más provecho en la explotación de los recursos. Mientras el hombre dedicaba más tiempo a la caza mayor, la mujer recolectaba frutos, vegetales y tubérculos, cazaba animales menores y cuidaba a los niños. La fuente más segura y estable de alimentación era la recolección. La carne proveniente de la caza era un complemento ocasional. El trabajo de la mujer como recolectora y cuidadora de los hijos era tan importante y reconocido como el del hombre cazador.
Según algunas teorías, la domesticación de animales y la ganadería rompió el vínculo de respeto mantenido hasta entonces entre humanos y animales; apareció la propiedad privada, se comenzó a distinguir entre lo salvaje y lo doméstico, lo libre y lo que tiene dueño. Este arte de dominar y explotar animales se aplicó a los humanos para formar ejércitos con fines de conquista, y esclavos para trabajos forzados. Las sociedades igualitarias se jerarquizaron. Los hombres descubrieron que también podían poseer los cuerpos de las mujeres, dominarlos y explotarlos, sobre todo cuando eran más vulnerables: durante el embarazo y la crianza.
Así empezó a nacer la sociedad patriarcal y la primacía de las ideas de progreso, competencia, productividad sobre las de convivencia, tiempo libre, amor y gozo." G. Sant Ibáñez.
Prefiero un feminismo cultural (o de la diferencia), el que respeta las múltiples formas de ser mujer, así como sus decisiones y elecciones respecto a pensamiento, estilo de vida...sin violar las múltiples identidades y respetando que dichas identidades son cambiantes en una misma mujer a lo largo del tiempo.
Jonatan Kovak es el autor del siguiente analisis del vídeo.
"No nos engañemos: esto no deja de ser una consecuencia del patriarcado. El patriarcado no es solamente el dominio de un género sobre otro, sino el dominio de las características asociadas a un género (el masculino) sobre todas las personas. Esta estructura simbólica androcéntrica es conformada por todos, especialmente por las personas que no se oponen a las normas que dicha estructura genera, sean o no empoderados por estas. Los hombres que no se ajustan al paradigma androcéntrico y heteronormativo, o los que se ajustan a la fuerza, también lo sufren. Solución? Pues para empezar reducir el esencialismo de género y difuminar la distinción entre géneros, limitar el determinismo biológico a su esfera real de acción para que penetre lo menos posible en el terreno político-simbólico (en la medida de lo posible), aceptar que existe una multiplicidad de formas de ser hombre y de ser mujer, de sujetos que no se ajustan a la heteronormatividad (en el fondo no se ajusta nadie al 100%, porque es una abstracción) y que no por ello dejan de ser personas susceptibles de ser deseadas y de ser seres bonitos más allá del peso de las estructuras culturales que nos exigen y nos aplastan."